"Manuel Patarroyo: el científico que enfrentó la muerte en el día de su mayor hallazgo"
El 26 de enero de 1986, Manuel Elkin Patarroyo tuvo un momento cercano a la desesperación. En esa jornada, descubrió que la innovadora vacuna contra la malaria que estaba ensayando en Leticia, en la Amazonía colombiana, parecía ser eficaz en monos. La sensación de pavor lo invadió. Según relató él mismo, experimentó el peso de la responsabilidad de un hallazgo de tal envergadura, las complicaciones logísticas de inmunizar a millones de personas en América y África, y el agobio del reconocimiento internacional. En plena noche, solicitó que lo llevaran a dar un paseo en lancha por el Amazonas. De repente, cayó al agua y, por unos instantes, no hizo ningún intento por salir. “Ni siquiera el frío del río logró sacarme de mi estado; en ese momento, clamé con fervor: ayúdame a comprender qué debo hacer”, recordó años después. Finalmente, emergió del agua, dotado de una confianza desbordante en sí mismo, decidido a enfrentar desde Colombia una de las enfermedades más letales para la humanidad.
Patarroyo falleció el jueves a los 78 años, cubierto de premios, como el Koch o el Príncipe de Asturias, y reconocido con doctorados honoris causa en universidades de Europa y América. También se fue sintiéndose perseguido por las farmacéuticas, que, según él, boicotearon el éxito de su vacuna SPf66. Después de la euforia inicial, los experimentos en humanos encadenaron decepciones. Pese a que en la primera fase de ensayos se observó una eficacia del 75%, en los experimentos más avanzados, la protección solo llegó al 2% en niños africanos, fue variable en Asia y del 28% en América del Sur. Esa eficacia inicial, además, se perdía al poco tiempo. En un artículo publicado en The Lancet en 1996, un equipo de científicos que probó la vacuna en Tailandia concluyó: “No hay pruebas que demuestren que la SPf66 es efectiva contra la malaria falciparum”. Entonces, el investigador afirmó que los autores no sabían elaborar la vacuna y que había muchos intereses comerciales en desacreditar su proyecto.
El objetivo del científico colombiano era ambicioso, incluso aunque se hubiese afrontado desde una potencia científica. El parásito que provoca la malaria, el Plasmodium, tiene un ciclo que pasa por varias fases en las que cambia de características y salta entre humanos y mosquitos. Esa naturaleza mutante dificulta encontrar un solo punto débil que atacar con las vacunas. En un principio, las vacunas de la malaria se desarrollaron a partir del parásito atenuado, pero Patarroyo creó la suya fabricando fragmentos del parásito (péptidos sintéticos) que imitan las partes del microbio que debe reconocer el sistema inmune de las personas.